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domingo, 27 de enero de 2013

Django

Las películas de Tarantino no te dejan indiferente. Django ( hubo una primera versión filmada en el año 1966 por el director Sergio Corbucci) es para mi, un Spaghetti Western lleno de adivinanzas. Este film, narra la historia de Django (Jamie Fox), un esclavo cuyo brutal pasado con sus antiguos dueños le lleva cara a cara con el cazar recompensas de origen alemán, el Dr. King Schultz (Christoph Waltz). Schultz le sigue la pista a los hermanos asesinos Brittle y Django es el único que podrá reconocerlos, por ello, compra su libertad y le promete a cambio salvar a su mujer. La amistad entre Django y Schultz, queda bien forjada gracias a que el nombre de la mujer de Django coincide con el nombre de la heroína de una famosa leyenda alemana “Broomhilda” Von Shaf. El argumento es bueno, la escenografía es buena, la fotografía es buena y los actores son buenísimos. Como no podría ser de otro modo Tarantino nos regala un montón de guiños y referencias cruzadas entre si. Otras, originadas en su imaginación y que quizá nunca podamos resolver. No puedo estar de acuerdo con las críticas que han acusado a esta película de racista. No hay sólo blancos buenos ni negros malos, ni negros buenos ni blancos malos. Señores, yo veo todo lo contrario. El argumento es una exposición de contrastes donde, como en la vida, lo bueno o lo malo no depende del color de la piel, por supuesto. Hay de todo en la viña del señor y también hay muchas viñas y muchos señores…. Schultz-apellido que aparece también en Kill Bill (2) en el episodio ¨La solitaria tumba de Paula Schultz¨- es un hombre blanco y bueno que mata a blancos malos por dinero. Dicho así parece una frivolidad, pero el personaje es bueno y hasta entrañable en algunos momentos. Mientras que Samuel L. Jackson como Stephen es el hombre negro y malo, entrometido donde los haya y que llega casi a producirte urticaria durante la película, no solo por malo, sino por pesado. Los personajes se intercambian protagonismo y posición, el criado pasa a señor, el blanco pasa a malo, el negro pasa a héroe, el terrateniente pasa a víctima y así en todo el hilo argumental. Como espectador no paras de entrar en el juego de Tarantino: ahora creo yo y ahora decides tu. Tarantino mezcla géneros y giros argumentales tan bestias como en su guión de “Abierto hasta al amanecer”, sorprendiéndonos con la introducción de escenas desternillantes (los sacos en la cabeza dan mucho de si). No pueden pasarse por alto guiños como que el traje azul cutre, pero elegante, de Django es una réplica de un cuadro Blue Boy de Thomas Gainsborough (1727-1788)..por qué?. Investiguen ustedes…

O como que Leonardo DiCaprio se cortó la mano de verdad durante el rodaje de la escena en el comedor pero él mismo siguió la interpretación mientras Tarantino y el resto del equipo se quedaban pasmados y preocupados por el corte sangriento que se había hecho. El uso exacerbado del chorro sangriento de este director resulta ya tan habitual que provoca carcajadas, aunque otras escenas no puedan verse desde la comicidad por mucho que se quiera. Estas últimas son las que nos recuerdan la insultante estupidez humana y al hecho de cómo probablemente la ignorancia es la que da de beber a la crueldad. La película reclama la libertad, una libertad personal de blancos y negros, la libertad que es indispensable para seguir adelante y para VIVIR. El film no deja de ser un insulto a algunas capacidades humanas de las cuales estamos obligados a sentirnos avergonzados y por lo tanto, a cambiar.

miércoles, 2 de enero de 2013

Seguramente el hombre será el animal más extraño que existe en el globo terrestre. Ha logrado prácticamente todo lo que ha querido o está en ello. Ha inventado tecnología capaz de ultrapasar distancias y tiempo. Ha creado la instantaneidad. Aviones que reducen la distancias de rutas ancestrales. Ha inventado la literatura; capaz de transportarnos a otros mundos y convertirnos en otros personajes. Ha inventado la biotecnología, la nanociencia, teorías de la relatividad que apenas podemos imaginar. Ha inventado trenes de alta velocidad, aviones supersónicos, tanques invasivos, y cohetes turísticos. Pero qué pasa con la bondad?. La bondad ha existido desde siempre y sin embargo no hemos avanzado en ella. Que yo sepa no se ha inventado una bondad capaz de desplazarse a velocidad de la luz ni cohetes urgentes de necesidades. Qué ha pasado con nuestra conciencia?. En todo lo que hemos inventado hemos perdido la perspectiva. La perspectiva real de quién somos y qué hacemos aquí. Nuestra propia perspectiva ha hecho que nos engañemos en lo que somos en realidad. Ha hecho que nos creamos amos de un mundo en donde nosotros somos lo más importante. Pero debemos preguntarnos, quién ha decidido este punto de vista y por lo tanto cuánto de real tiene? Estamos dentro de una inmensa galaxia y no somos más especiales que los demás. La vida no tiene porque describirse según lo que precisemos nosotros. El mundo no está aquí por nosotros. Él ya estaba mucho antes y lo que vivimos nosotros es sólo el mundo que nos hemos descrito, no debemos olvidarlo. La ciencia no deja de ser una descripción del código que el mundo ya está utilizando desde siempre. Nos hemos empeñado en describir y analizar las cosas, la vida, las otras personas y animales desde nuestra medida, desde nuestro propio mundo. Y qué más lejos de la realidad?…ese mundo sólo existe en nosotros. Todo lo que hay aquí fuera está porqué existe, no para servirnos ni para poder ser descrito por nosotros. Esta es la perspectiva que hemos perdido. Debemos imaginarnos pequeños, diminutos, pero no vulnerables simplemente no especiales. No tienen nada de malo. Estamos vivos y eso es lo más importante. Estamos condenados a describir el mundo desde nosotros mismos y vivir con nuestra propia visión, si queremos. Podemos cambiarlo, sólo hay que quitarse de encima el invento de la yoicidad, el ego despiadado que nos aísla de los demás, de la vida y del mundo original. Si uno se desprende de eso ve el mundo tal y como es, en su esencia sin subjetividad. Queda sólo la objetividad de ver aquello que hay, no aquello que uno quiere ver o que puede ver a través de su propio código. Los empiristas tenían razón, pero los racionalistas también. Solo sabemos pasar de un lado a otro como las eras históricas y artísticas: de romanticismo a realismo, de realismo a abstracción como un péndulo que no quiere parar, que no encuentra el equilibrio. Y porqué? pues por que percibimos desde nuestro propio mundo y en él existe una combinación de egoísmo, protagonismo, ambición, racionalidad y subjetividad empirista que quiere convertirnos en eternos protagonistas. Salgamos de ahí.