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jueves, 14 de abril de 2011

Instrucciones para abrir una piruleta (e intento de homenaje a Cortázar)




En la vida uno puede observar detalles curiosos que ocurren una y otra vez como aquellas lecciones incomprendidas. Quisiera explicar uno de esos guiños simpáticos que surgen en un momento y lugar cualquiera. Este es el caso de cuando uno intenta abrir una piruleta empaquetada en plástico y no lo consigue. Una de esas luchas despiadadas entre el hombre y el plástico.
Primero (como casi todos) cometeremos el error de intentar comernos la piruleta antes de desempaquetarla. Esa prisa nos traicionará. Luego, nos detendremos como intentando disimular el ansia y empezaremos a buscar esa señal esperanzadora que acostumbra a ser un cuadrado negro. Voltearemos incesantemente la piruleta y su plástico explorando los ángulos más ocultos para intentar encontrar la solución secreta. Mientras, la piruleta se reirá de nuestra torpeza a través de ese maldito plástico que nos separa.
Habremos acertado si al encontrar el cuadradito negro tiramos sin dudar y el plástico se rinde sin más. Lamento informar al curioso lector que esa opción no acostumbra a suceder. Lo habitual será que el plástico siga sin rendirse y, al igual que una trampa mortal, descubriremos que el cuadradito sólo estaba allí para despistar.
Finalmente recurriremos al ejercicio que se debe practicar en primera instancia: romper como sea el plástico. Una técnica agresiva e invasiva pero eficiente en la mayoría de los casos.
Este desenlace tiene un ligero sabor a derrota pues todo el tiempo anterior habrá sido en vano.
Lo mejor es que la próxima vez que cojan una piruleta rompan inmediatamente el plástico sin avisar pero no dejen que esa prisa llegue a sus dientes. Morder una piruleta es un pecado semejante al de no oler el vino antes de bebérselo. Además, de este modo, la piruleta le brindará el regalo de enrojecer su boca y sus labios para el resto del día.

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